tu historia de maternidad en mamás y bebés

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Despertando el instinto maternal

Soy Sandra y quiero empezar mi historia diciendo que yo nunca tuve instinto maternal. Quizás estaba dormido en algún rincón de mi subconsciente, corazón o alma, pero jamás tuve necesidad de acunar a un bebé. Veía un niño y no tenía el impulso de espachurrarle el moflete ni de hacerle carantoñas. Cuando tuve a mi primer hijo en brazos, supe que sí, que tenía instinto maternal. Acababa de despertar desde lo más profundo de mi ser.

Felicidad y responsabilidad

Cuando me casé, las personas que me rodeaban esperaron unos meses prudenciales para empezar a machacar con la pregunta más o menos directa acerca de mi maternidad. Me ponía muy nerviosa y siempre respondía algo así como que los bebés eran muy monos pero crecían. A mi ausencia de instinto maternal se unía un miedo escénico a la responsabilidad que suponía tener un hijo. No era sólo sacarlo de paseo y hacerle bonitas fotos para que todo el mundo lo viera, sabía, en mi ignorancia como mujer-no-madre que la crianza de un hijo era algo más.

El acoso externo no me afectó a la hora de decidir tener un hijo. Lo que me decidió fue el amor hacia mi marido. Porque él sí quería ser padre. Y si me había casado por amor a él, qué mayor regalo que concederle su gran deseo. Algo dentro de mí me decía que hacerle feliz también me haría feliz a mí. Y así fue.

Su llegada

Saber que llevas dentro un ser es algo inexplicable. Ha sucedido millones de veces en la historia de la humanidad y ha sido millones de veces excepcional para cada una de las mujeres que ha tenido la gran fortuna de ser madre. Pero verlo en tus brazos tras nueve meses de sentirlo en tu interior, desborda cualquier expresión.

El caos en las alegrías

A partir de aquel momento, más de tres años han pasado ya, mi vida ha sido un torbellino de sentimientos, sensaciones, alegrías, fracasos que me han hecho crecer como persona y retos superados gracias a la fuerza que solamente un hijo te puede dar. Nuestro hogar es un caos, un caos en el que reina la risa, la felicidad, la alegría de vivir.

Con dos, mejor que con uno

En plena efervescencia de locura, cuando mi hijo contaba escasos 18 meses, dio señales mi pequeña foquita. Nadie la esperaba, pero fue la culminación de mi vida como familia. Al principio me asusté un poco, no nos vamos a engañar, pero cuando se instaló en su pequeño moisés y hasta el día de hoy, las cosas en casa han ido la mar de bien. Todas las paranoias, rigideces, normas que quise aplicar con mi hijo mayor queriendo ser la super-mamá-perfecta, las tiré a la basura y me relajé. Dentro de una rutina lógica y tranquila, mis hijos me han enseñado a vivir.

Imposible pensar en el pasado

Para terminar, sólo quiero explicar algo extraño que me sucede cuando intento recordar algún acontecimiento anterior a mi maternidad. Veo a mis hijos en aquellos escenarios pasados en los que aun no habían nacido. Aparecen en mi boda, en mis fiestas de universidad, en mis viajes de juventud. No sé si tendrá algún nombre en la psicología, pero para mí sólo significa una cosa, que ya soy incapaz de concebir mi vida sin mis hijos.

Sandra escribe sobre su maternidad en el blog Anda si es mamá!

Recuerda que Tu historia también puede ser parte de Mamás y Bebés

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