Un estudio del Clínico investiga cómo los bebés pueden recibir información sobre la hora del día a través de las hormonas que se transmiten con la lactancia y que les ayudan a conformar sus ritmos biológicos
El recién nacido, per se, es inmaduro, por lo que también están sin formar sus ritmos biológicos. Por eso, no sabe distinguir entre el día y la noche, la luz y la oscuridad y su relación con la vigilia y el sueño. Sólo está acostumbrado y adaptado a su alimentación, lo que hace que en algunos casos se generen trastornos, entre ellos el del sueño, que pueden llegar a desesperar a los padres. Y afecta tanto a los recién nacidos a término (los que nacen con la gestación completada) como a los pre-término (los prematuros o neonatos).
Pese a los avances de la Medicina en lo relativo al control de enfermedades, es ahora cuando se está empezando a conocer el funcionamiento de esos ritmos biológicos y su paso a una actividad normal. El servicio de Neonatología del Hospital Clínico terminará este año un estudio financiado por el Servicio Andaluz de Salud sobre los patrones del sueño en el recién nacidos y su relación con la edad gestacional y la luminosidad ambiental.
«En el recién nacido no hay ritmo de melatonina, la hormona que induce y regula el sueño, y éste no se adapta hasta los cuatro o seis meses tras el nacimiento», explica el jefe de la unidad de Neonatología del hospital, el doctor Eduardo Narbona.
Para adaptar al bebé a los ritmos luz-oscuridad, se ha demostrado en investigaciones previas que existen factores externos que ayudan a regular el ciclo del sueño. Circuitos como el mantenimiento en las unidades hospitalarias de luz durante el día y oscuridad y silencio total por la noche, consiguen altas médicas de bebés de más peso y que duermen mejor. «Esto remarca el impacto positivo que puede tener un sistema entrenado ya que el organismo se enseña».
Pero en la conformación del ritmo biológico de los recién nacidos no influyen sólo los factores externos o ambientales. «Se ha visto que la interacción madre-hijo probablemente tiene una importancia mayor para ir expresando un patrón del sueño más maduro», confirma el experto.
Una interacción en la que el factor clave es la lactancia materna, buena para todo. «La presencia de las fluctuaciones circandianas (reloj interno) en la concentración de melatonina de la leche materna puede vehicular información al lactante sobre la hora del día», asegura Narbona. Es decir, que la leche materna también beneficia a la regulación de los ritmos biológicos del bebé porque le aporta información que ayuda a fijar los ciclos de melatonina del recién nacido y, por tanto, aprender cuándo dormir y cuándo no.
Otro factor importante del estudio es fijar la influencia de las condiciones lumínicas en los primeros meses de vida para crear y adaptar estos ritmos biológicos y las diferencias entre recién nacidos según su edad gestacional. Porque a nacimientos más prematuros (casi siempre de bajo peso), hay menor madurez y, por tanto, menos desarrollo de los ciclos.
En el estudio tienen ya datos de unos 50 casos de bebés del hospital. Para medir el ritmo de la melatonina y los patrones de sueño se les realizan tanto pruebas de orina, que permitirán ver los niveles de sustancias y hormonas presentes en su organismo, como estudios de sueño. Se hace a través de un brazalete (actígrafo) que se les pone en el brazo durante 72 horas. Es totalmente inocuo y permite saber cuándo duerme, por cuánto tiempo y en qué nivel de sueño. Porque hay que distinguir entre el sueño activo (REM, la fase en la que recordamos lo soñado) y el no activo (NREM).
En definitiva, se trata de «conocer aún más la época de adaptación del recién nacido a la vida extrauterina y el aprendizaje del organismo. Conocer todos los patrones para profundizar en los trastornos», mantiene Narbona.
Surgen otras dudas asociadas al estudio como si duermen mejor los bebés que toman más leche materna, según las revelaciones de que ayuda a los ritmos biológicos, tema de futuros trabajos
Last modified: 12 junio, 2021