La ansiedad en niños puede ser desencadenada por una variedad de factores, incluyendo cambios significativos en sus vidas, como mudanzas, divorcios o transiciones escolares. Además, la presión académica, el temor a separarse de los padres, la exposición a eventos estresantes o traumáticos, y la genética también pueden contribuir a la ansiedad infantil.

La falta de habilidades para manejar el estrés y regular las emociones también puede ser un factor. Los niños que carecen de estrategias efectivas para enfrentar situaciones estresantes pueden experimentar ansiedad con mayor frecuencia. Del mismo modo, los patrones de comportamiento aprendidos en el hogar o el entorno cercano también pueden influir en la forma en que los niños enfrentan la ansiedad.

Además, los trastornos de ansiedad pueden tener un componente biológico, como desequilibrios químicos en el cerebro o sensibilidad genética al estrés. Estos factores pueden contribuir a la predisposición de un niño a experimentar intranquilidad en ciertas situaciones.

Considerar el impacto del entorno familiar y social en la ansiedad infantil es determinante. Los niños pueden absorber el estrés y la desazón de sus padres o cuidadores, lo que a su vez puede influir en su propio estado emocional. La presencia de modelos positivos de afrontamiento y la creación de un entorno seguro y comprensivo pueden ayudar a mitigar la ansiedad en los niños.

La exposición a medios de comunicación que presentan imágenes o noticias perturbadoras también puede contribuir a la angustia en los niños. Es importante monitorear y limitar la exposición a contenido que pueda resultar angustiante para su edad.

Es crucial reconocer que este flagelo en los niños no es infrecuente y que puede abordarse con el apoyo adecuado. La identificación temprana de los factores desencadenantes y la implementación de estrategias para ayudar a los niños a manejar su ansiedad son fundamentales para su bienestar emocional y su desarrollo saludable.