Este fin de semana hizo un hermoso calorcito, el típico calorcito agradable del otoño en mi ciudad, la mejor estación del año. Decidida a pasar dos días al aire libre me levanto contenta. En el desayuno me entero de que el lunes Rosario tenía prueba de matemáticas y que Pía tenía mucha tarea (la que no le dieron en Semana Santa). Y bueno, la flexibilidad forma parte de la maternidad… ¡se suspendieron los paseos y a estudiar!
Pía está rebelde: no le gusta equivocarse y por lo tanto, le cuesta el doble aprender a leer y a escribir. Sábado y domingo peregriné de rodillas para que le ponga onda. Y lo conseguí. ¡Vaya si lo conseguí! Muy orgullosa le mostró a su maestra toooooodo lo que había estudiado con mamá y la señorita la felicitó adelante de toda la clase.
Igual, hoy, se rebeló para hacer la tarea y está jugando a las muñecas. Tiene hasta las 6 de la tarde para bajar y sentarse a estudiar. Y lo va a hacer, como que soy su madre y la conozco.
Rosario que va a quinto grado, debía rendir las operaciones básicas: suma, resta, multiplicación y división. ¡Fácil! me dije.
¡Qué ilusa fui!
De pronto, mi hija (brillante) confundía las tablas (por ejemplo 4×5 ¡26!) ¡Dios, auxiliame para no matarla!. Dos días de puras pruebas a mi paciencia y a mi amor incondicional fueron el sábado y el domingo. Las otras joyitas: 7+8=11 y asi podría seguir….
La locura que tenía, iba por dentro. Mis dos hijas mayores eran un completo desastre y por ende, yo una pésima madre. ¿Será que la crianza con apego no es buena? ¿Será que la disciplina positiva no sirve? ¿Las castigo? ¿Hago mal en educarlas asi?
Mil dudas. Convengamos que nadie se las sabe todas, y yo menos que menos…
Le compré a Pía una bolsa con 200 letras de goma eva para motivarla. Ellas las usa para hacer figuras humanas…. ¡Pufff! Hay que aguantar al papá decirme… ¿ves? dejame que les enseñe yo… OMG!!!
El lunes nos levantamos a las 5 am para repasar con Ro. Antes de irse al colegio le dije, «amor, diste lo mejor de vos. Si no sale, no sale. Vos tranquila, yo confío en vos y no me importa tu nota«.
Hoy me trajo la prueba: se sacó un excelente. Estaba feliz, radiante, orgullosa de sí. ¡Y yo no puedo creerlo! Me súper alegra por ella, pero es verdad, a mi la nota no me importa, lo que me importa es su actitud.
Y me di cuenta que tan equivocada no estoy. Vale la pena relegar disfrutes personales en pos del bien para los chicos. Está bueno dedicarle nuestro tiempo, nuestras energías para que ellos puedan superar las dificultades y salir adelante.
Hoy más que nunca creo en esta forma maravillosa de crianza.
Last modified: 24 noviembre, 2013
jajajajaja ya te recomendé 3 kilos de paciencia?
jajajaj sisisi!! los tengo… la procesión iba por dentro…. 🙂